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Islandia: Donde la naturaleza cuenta su leyenda

Islandia es un lugar donde el mundo parece haberse creado ayer, donde el viento canta historias antiguas y la tierra respira a través de volcanes y géiseres.
Mi viaje comenzó en la Costa Sur, donde las cascadas parecían descender desde el cielo. En Seljalandsfoss, el agua caía con tal fuerza que el estruendo parecía llenar el alma. Atravesé el sendero detrás de su velo líquido, empapándome del frescor y de una emoción difícil de explicar.
Más al norte, el silencio de la laguna glaciar de Jökulsárlón me dejó sin palabras. Los icebergs, como esculturas de cristal, flotaban lentamente hacia el océano. Allí, sentí el tiempo detenerse, como si el mundo se mostrara en su forma más pura.

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Pero Islandia no solo es hielo, es fuego. En el Círculo Dorado, vi la tierra rugir cuando el géiser Strokkur explotó ante mis ojos, y más tarde, en el Parque Nacional de Thingvellir, caminé entre continentes, tocando con las manos la grieta que separa Europa de América.
Cuando cayó la noche, la naturaleza me regaló su mayor misterio. Bajo un cielo infinito, las auroras boreales pintaron el firmamento de verdes y violetas. Mirándolas, sentí que el mundo era más grande y más mágico de lo que jamás había imaginado.
Y entre tanta naturaleza, la calidez de su gente. En un pequeño café, entre risas y sopa caliente, descubrí que Islandia es también su hospitalidad, su forma de vivir en armonía con la tierra.
Volví a casa sabiendo que Islandia no era solo un destino, era un sentimiento. Un lugar donde la naturaleza no solo se mira, se escucha, se vive... y se recuerda para siempre.